
Investigadora Senior
m.rodriguez@cepei.org
El balance de la pasada Cumbre de los ODS, que culminó el pasado 19 de septiembre dentro del 78º periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, debe hacerse desde dos perspectivas: lo que debía pasar y lo que realmente pasó. Mientras se esperaban acuerdos reales dirigidos a la acción para desbloquear el estancamiento de los ODS, acelerar su implementación, o empezar con las reformas a las Naciones Unidas, el evento dejó una Declaración Política adoptada con divisiones, la identificación de las principales brechas y aceleradores de los ODS y un llamado a la acción en siete áreas concretas por parte del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres.
Algo que sí logró transmitir la cumbre fue el sentido de urgencia por situarse a medio camino de la implementación de la Agenda 2030 y por darse en un contexto marcado por múltiples crisis incluyendo los impactos derivados de la pandemia por COVID-19, la invasión de Rusia a Ucrania, las migraciones masivas de población, la crisis económica, los desastres naturales y los eventos climáticos extremos a lo largo y ancho del planeta.
De acuerdo con el secretario general, solo el 15% de las metas de los ODS avanzan correctamente y muchas otras presentan importantes retrocesos frente a la línea de base. Por eso, el punto de inflexión que debía ser este evento para enderezar el camino hacia 2030 quedó en un medio camino que vale la pena analizar para entender los pasos que se necesitan a corto plazo por parte de los gobiernos y de las Naciones Unidas. Una primera conclusión nos invita a pensar que, más que utilizar estos espacios para hacer declaraciones sobre prioridades y logros propios, se requieren acuerdos comunes para avanzar más rápido hacia los objetivos pactados.
Una Declaración Política débil
La Declaración Política fue adoptada sin lograr un consenso al inicio de la Cumbre y después de varios meses de negociaciones lideradas por Irlanda y Qatar. De hecho, 11 países (Bielorrusia, Bolivia, Cuba, la República Democrática Popular de Corea, Eritrea, Irán, Nicaragua, Rusia, Siria, Venezuela y Zimbabue) se reservaron el derecho de revisar su contenido con más detenimiento después de las conclusiones del Segmento de Alto Nivel de la Asamblea General.
Aunque al final la posición de estos países no pasó de la amenaza, pues la Declaración finalmente pasó por consenso en la Asamblea General sin ningún intento de bloqueo (hoy Resolución AGNU 78/1 del 29 de septiembre de 2023), sí dejó entrever las fracturas existentes al interior del Sistema de la Naciones Unidas.
La identificación de las principales brechas y aceleradores para el alcance de las metas de la Agenda 2030
Algunos temas empiezan a ser reiterativos y a tener cada vez más eco en los escenarios y debates internacionales sobre el desarrollo. Uno de los más relevantes de la cumbre se refiere a la financiación de los ODS y a la necesidad urgente de hacer una reforma profunda no sólo al Sistema de las Naciones Unidas sino a la institucionalidad financiera internacional, a la cual se le pide a gritos movilizar cada vez más recursos, incluso desde el sector privado, hacia los países en desarrollo e implementar mecanismos financieros innovadores que faciliten el acceso a financiación asequible y oportuna.
Sobre este punto se mencionan temas como el acceso a los Derechos Especiales de Giro no utilizados, canjes de deuda, como por ejemplo el pago de deuda por servicios ambientales, entre otros mecanismos.
Por otra parte, la transferencia de tecnología de los países más avanzados hacia los países en desarrollo, la digitalización, el uso de la inteligencia artificial y el fortalecimiento de las capacidades para la generación de datos para el desarrollo, hacen parte de las discusiones como habilitadores clave para la aceleración de la Agenda 2030.
Así mismo, atajar la crisis climática, cerrar las brechas persistentes en todos los frentes para las mujeres y las niñas, el acceso a la educación y la inclusión de los jóvenes en los niveles de toma de decisión sobre el desarrollo sostenible han sido temas de fuerte presencia en las deliberaciones.
La “lista de chequeo” del Secretario General con las siete propuesta de acciones concretas para acelerar la Agenda 2030
En un escenario de encuentro global como lo fue la Cumbre de los ODS, en el que más que diálogos para la toma de decisiones pareciera ser la oportunidad para que cada país haga una declaración sobre sus propias prioridades y logros, es de resaltar la labor del secretario general, quien hizo un esfuerzo por traducir compromisos políticos en acciones concretas.
En su discurso de cierre, Guterres presentó un “plan de rescate de los ODS” que resumió en siete medidas concretas que pueden ser implementadas de inmediato para pasar de los compromisos políticos de la Cumbre a la acción. Entre las principales acciones, mencionó la necesidad de movilizar 500 mil millones de dólares al año para financiar los ODS, incluir en los sistemas de protección social a un billón de personas para 2025 y a cuatro billones para 2030, y cambiar el foco de los Informes Nacionales Voluntarios para que sean verdaderos mecanismos de rendición de cuentas y documenten mejor los avances y compromisos adquiridos en la Cumbre de los ODS.
No obstante, la Declaración Política adoptada por la Cumbre solo hace referencia a pasos futuros en su párrafo 38, tan extenso como débil y carente de acciones concretas y ejecutables en el corto plazo.
¿Qué podemos esperar de la Cumbre para América Latina y el Caribe?
Como países de renta media en su gran mayoría (28 países de los 33 están clasificados como tal) y principales afectados por la reducción progresiva de la Ayuda Oficial al Desarrollo hacia la región, con dificultades para acceder a financiación internacional, las voces de la región y en general del Sur Global han venido haciendo llamados importantes para dar solución a estos problemas. Se ha pedido insistentemente una reforma a la arquitectura financiera internacional así como una nueva clasificación que contemple no solo el PIB sino otras variables como la vulnerabilidad multidimensional y la consideración de asuntos estructurales (restructuración, suspensión, etc, de la deuda soberana) como criterios de asignación de recursos financieros condonables para el desarrollo.
Estas solicitudes quedaron plasmadas en la Declaración Política de la Cumbre, pero queda la tarea para los gobiernos el darle viabilidad y concretar las acciones necesarias para que sean una realidad.
En este panorama, América Latina y el Caribe, como región, tiene ante sí una oportunidad de liderazgo que es a la vez una responsabilidad para impulsar estas agendas, ya que serán países de la región quienes ejercerán la presidencia de la Asamblea General (Dennis Francis, de Trinidad y Tobago), del Consejo Económico y social (Paúla Narváez, de Chile) y presidirán la CoP 30 a realizarse en Brasil en 2025, entre otras posiciones. Lograr que la región trabaje cohesionada y orientada a la acción puede hacer una gran diferencia para todo el mundo.
Posibles pasos a seguir
Avanzar hacia el desarrollo sostenible de forma acelerada es la mejor vía de superar las múltiples inestabilidades globales actuales y para ello, los gobiernos siguen reconociendo a la Agenda 2030 y sus 17 ODS como nuestra hoja de ruta y plataforma de acción a nivel global.
Sin embargo, se requiere de grandes compromisos de los gobiernos y un verdadero paso a la acción para enderezar y acelerar el camino. A nivel de gobernanza global, se necesita de manera urgente poner en marcha las reformas a las Naciones Unidas, a la arquitectura financiera internacional y, en lo que atañe más directamente a los ODS, el fortalecimiento y reforma al HLPF, que es el escenario natural de discusión y monitoreo de la Agenda 2030.
Dicho espacio ha venido perdiendo tracción a lo largo de los años y debe recobrar su atractivo en las más altas esferas de los gobiernos para que esto se traduzca en el fortalecimiento de la gobernanza nacional para la aceleración de la implementación y monitoreo de los ODS. Durante su actual período de sesiones, la Asamblea General de la ONU deberá discutir nuevamente los modos de trabajo de ese Foro, una oportunidad que debe alinearse con sus promesas de acción acelerada por el desarrollo sostenible.
Paralelamente, debemos dejar de trasladar las expectativas y la responsabilidad de cada encuentro hacia el siguiente foro o cumbre internacional, como ha venido ocurriendo: el HLPF de julio de 2023 no produjo una declaración política porque en septiembre se produciría la Cumbre de los ODS. Esta última, a su vez, aún cuando generó compromisos políticos, parece quedar expectante a los resultados de la COP 28 de Brasil, la Cumbre del Futuro de 2024 y las futuras deliberaciones para la realización de una Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación del Desarrollo en 2025. Por este motivo, asumir las decisiones en el presente es clave para romper esta dinámica y acelerar la implementación de la Agenda 2030.