Juventud: líderes en medio de la pandemia

septiembre 7, 2020

Margarita Vaca
Cepei
m.vaca@cepei.org 

07 de septiembre de 2020


El 12 de agosto se celebró el Día Internacional de la Juventud  [1] como sinónimo de esperanza, justicia y renovación. En los últimos años, hemos sido testigos de su liderazgo en los movimientos sociales enfocados en la dignidad, en especial, en la equidad de género, el cambio climático y los derechos humanos, así como sus esfuerzos por promover una sociedad más justa e inclusiva a través del activismo y las manifestaciones sociales, incluso en medio de la pandemia. 

Durante este confinamiento, los jóvenes han trabajado por incluir las prioridades e intereses, tanto de la comunidad como de la juventud, en la nueva agenda pública y de gobierno, primando la igualdad racial, de género y la sostenibilidad (Ver Voces de jóvenes por el cambio: Por qué deberíamos estar escuchando a las y los jóvenes líderes).

Sin embargo, la juventud también se enfrenta a retos significativos al verse afectada de forma desproporcionada por la crisis multidimensional y sus efectos en el largo plazo, en particular, ante los efectos negativos en su salud mental y emocional; en el mercado laboral, frente a la pérdida de empleo e ingresos, así como barreras mayores para encontrar trabajo; y dada la interrupción de los programas educativos o de formación.

Salud y bienestar en los jóvenes: retomando prioridades

Alrededor de la mitad de los trastornos mentales empiezan a partir de los 14 años y el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años (OMS, 2020a).

Aunque los cambios drásticos que ha impuesto el COVID-19 han impactado la estabilidad emocional y psicológica de todos, los jóvenes son los más afectados. Por una parte, los niños y adolescentes enfrentan dificultades emocionales que se potencializan con el estrés en el ámbito familiar, el aislamiento social, la interrupción de la educación y la inseguridad sobre el futuro (OMS, 2020b). Además, en algunos casos, los jóvenes son víctimas de violencia intrafamiliar.                                                                                                 

Durante la pandemia la violencia de género ha incrementado. Se estima que si la violencia aumenta un 20% durante los períodos de confinamiento, habría 15 millones más de casos de violencia infligida por la pareja en 2020, por un periodo de confinamiento de tres meses (UNFPA, 2020).

Según la encuesta Los Jóvenes y la COVID-19, el bienestar mental de las mujeres jóvenes obtuvo siete puntos porcentuales más de probabilidad de mostrar ansiedad o depresión respecto a los hombres. 

Por otra parte, existe un incremento de horas de trabajo que llevan a no limitar los espacios profesionales y personales. El 17% de los trabajadores jóvenes ha experimentado un aumento de sus horas de trabajo de 7,3 a 10,3 por día (Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, 2020). 

Por último, las dificultades relacionados con la pandemia, como retrocesos en las condiciones socio-económicas, representan factores de riesgos asociados a la delincuencia, violencia juvenil y el uso de drogas donde los jóvenes se ven expuestos a una mayor victimización o a hacer parte de grupos delictivos (UNODC, 2020). Cada año se cometen en todo el mundo 200.000 homicidios entre jóvenes de 10 a 29 años, equivalente a 43% del total mundial anual de homicidios (OMS, 2020c).

Las políticas de salud deben continuar enfocándose en brindar canales de comunicación y apoyo emocional tanto a los jóvenes como a su núcleo familiar a fin de fortalecer sus habilidades para enfrentar la ansiedad, depresión y otros posibles sentimientos resultado de la pandemia, que puedan afectar su vida.

Educación de los jóvenes: un compromiso multisectorial

Casi 496 millones de jóvenes participaban en programas de segundo ciclo de educación secundaria, educación postsecundaria no superior y enseñanza superior (OIT, 2020b). De acuerdo con la encuesta Los Jóvenes y la COVID-19: efectos en los empleos, la educación, los derechos y el bienestar mental, ante la pandemia, los centros académicos han debido cerrar total o parcialmente y acudir a metodologías alternativas de aprendizaje como clases por video impartidos por docentes (57%), exámenes en línea (43%) y tareas a domicilio (36%) (Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, 2020).

Sin embargo, la transición de una educación presencial a una digital ha implicado retos significativos en cuanto a conectividad, infraestructura tecnológica, acceso a dispositivos, falta de competencias digitales, entre otros, que han llevado a varios jóvenes a interrumpir su ciclo de aprendizaje, al verse obligados a abandonar sus estudios. Alrededor de la mitad de los jóvenes alumnos probablemente concluirán sus estudios con retraso y el 10% no podrá terminarlos (OIT, 2020b).

Los efectos colaterales de la pandemia en la estabilidad económica de los países impactan directamente en la rentabilidad financiera tanto de los jóvenes como de su familia, así como la tendencia a salarios menores. Estas consecuencias limitan la capacidad de los jóvenes de continuar sus estudios y encontrar trabajos acordes tanto a sus expectativas como a su formación profesional. En este sentido, las percepciones profesionales de los jóvenes se dividen entre incertidumbre (40%) y temor (14%) (Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, 2020). 

La pandemia ha resaltado que la educación no solo debe ser la prioridad de un ministerio o entidad gubernamental a cargo, sino, el trabajo conjunto de diferentes organismos que garanticen su acceso sin limitantes económicos, sociales, geográficos o culturales y brinde las herramientas necesarias para que todos los jóvenes tengan las mismas oportunidades de incursión en el mercado laboral, innoven y emprendan a fin de evitar altos niveles de desempleo o informalidad que se alejan de la protección social: salud, pensión, bienestar, entre otros.

Mercado laboral juvenil: un reto de corto y largo plazo

Entre 1999 y 2019, la población juvenil (entre los 15 y 24 años) [2] ha aumentado un 30%, ubicándose en 1.300 millones de jóvenes que representan aproximadamente el 16,8% de la población mundial, siendo la población juvenil más alta de la historia. No obstante, la participación de la fuerza laboral ha pasado de 568 millones a 497 millones. Asimismo, la tasa de desempleo juvenil mundial se situaba en 13,6%. Por otra parte, 55 millones de los jóvenes trabajadores (13% del total) viven en condiciones de extrema pobreza y 71 millones viven en situación de pobreza moderada (OIT, 2020a). Bajo este escenario, los jóvenes enfrentan los efectos colaterales del COVID-19 en el mercado laboral. 

Cuatro de cada diez jóvenes empleados en el mundo (178 millones) trabajaban en los sectores más afectados cuando la crisis apareció. Por ejemplo, las mujeres representan casi el 51 por ciento del empleo juvenil en los servicios de hotelería y alimentación. Asimismo, el 77% de los jóvenes tenían un empleo en el sector informal (328 millones), a la vez que 267 millones ni estudiaban ni trabajaban o se capacitaban (“ninis”) (OIT, 2020b). 

Según el Informe de la encuesta 2020, uno de cada seis jóvenes, entre 18 y 29 años, ha dejado de trabajar desde que surgió la crisis del COVID-19. Asimismo, las horas de trabajo de quienes mantienen su empleo han disminuido un 23% y dos de cada cinco jóvenes (42%) indicaron una reducción de sus ingresos. Esta situación es más profunda en los países de ingresos más bajos e impacta en mayor medida a las mujeres (Iniciativa Mundial sobre Empleo Decente para los Jóvenes, 2020). 

En el caso de América Latina y el Caribe, la encuesta Jóvenes ante COVID-19 en la región liderada por el Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible evidenció que casi 1 de 3 jóvenes que trabajan reporta un empeoramiento en su situación laboral. Igualmente, expone las barreras y discriminación que enfrentan los jóvenes en situación de discapacidad, que se encontraban buscando empleo desde antes de la llega del COVID-19 (27,3%) y se agudizan con la crisis actual. Respecto al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, 45% de los jóvenes reportan un aumento en estas áreas. 

Esto evidencia el enorme impacto de la pandemia en el mercado laboral, lo que demanda políticas integrales de generación de empleo, que combinen un equilibrio entre la demanda y la oferta. Lo cual implica una articulación estratégica multisectorial, con especial énfasis en el sector de la educación. Y de tal forma, lograr reducir el riesgo de efectos negativos a lo largo de la vida laboral de los jóvenes y alcanzar un efecto de expansión en las políticas redistributivas.

Consideración final

Los gobiernos deben trabajar junto a los jóvenes para formular políticas públicas enfocadas en la equidad, que incorporen los retos presentes y futuros a los que se enfrenta la juventud, así como los potenciales riesgos en el largo plazo de impacto global en todas las esferas de la sociedad. 

Estas políticas deben alinearse con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que dado su “carácter integrado e indivisible, de alcance mundial y de aplicación universal”, aplican a los jóvenes de forma directa o indirecta. De los 232 indicadores, 68 contienen información relacionada con el desarrollo de la juventud y otros 18 se consideran muy relacionados con los jóvenes en cuanto que miden una de las esferas prioritarias del Programa de Acción Mundial (Vínculos entre el desarrollo de la juventud y el desarrollo sostenible). 

A la vez, los jóvenes son considerados agentes de cambio en el logro de los ODS por su poder de transformación a través de las acciones que lideran en pro de un mundo sostenible para la generaciones futuras. Por lo tanto, promover su bienestar, oportunidad de formación y capacitación, participación en el mercado laboral y empoderamiento en el debate público se convierten en pilares clave para superar esta crisis.


[1] En 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud, siguiendo las recomendaciones de la Conferencia Mundial de Ministros de la Juventud (Lisboa, 1998). 

[2] No existe una definición internacional universalmente aceptada del grupo de edad que comprende el concepto de juventud. Sin embargo, con fines estadísticos, las Naciones Unidas, sin perjuicio de cualquier otra definición hecha por los Estados miembros, definen a los jóvenes como aquellas personas de entre 15 y 24 años.


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