Elecciones en América Latina: el ciclo del hastío sin la Agenda 2030 en el horizonte

agosto 31, 2023
Javier Surasky
Research Director
j.surasky@cepei.org

Se suele hablar de los ciclos políticos en América Latina, cuyos países eligen gobiernos que se turnan entre la derecha hacia la izquierda de forma más o menos sincronizada. Las recientes elecciones en Argentina, Guatemala y Ecuador están anunciando un nuevo ciclo, que podemos nombrar como “el ciclo del hastío”, debido a que la ciudadanía percibe a los gobernantes y partidos políticos tradicionales como incapaces de brindar soluciones a sus problemas. Un dato relevante es que los tres procesos electorales comparten lo mismo: no han incluido de ninguna forma a la Agenda 2030

En alguna medida, el panorama es la continuación por vía institucional del descontento social que arrasaba América Latina antes de la pandemia con manifestaciones, en algunos casos violentas, por las calles de varios países de la región.

Ahora la incertidumbre es el denominador común a futuro. ¿Cómo se relacionarán de ahora en adelante la política y las demandas sociales que lleva la ciudadanía a sus líderes? Una demanda que, en gran medida, está alineada al logro de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como el 16, focalizado en el logro de sociedades pacíficas, el 8 sobre trabajo decente y crecimiento económico, el 13 sobre combate al cambio climático, el 1 y el 2 sobre reducción de la pobreza y el hambre.

Como se mencionó anteriormente, ni la Agenda 2030 ni sus ODS han sido referencias de peso en las campañas sino que, bien por lo contrario, no se ha hablado sobre ellos. 

No habrá desarrollo sostenible a partir de recetas mágicas, pero tampoco habrá sociedades disfrutando de mejores niveles de vida si el desarrollo sostenible sigue siendo un tema de élites y expertos y el seguimiento de los compromisos de avanzar hacia objetivos de desarrollo internacionalmente acordados por los gobiernos sigue mostrando insuficiencia de transparencia y rendición de cuentas.

El contexto regional

Por hacer un breve recuento de los casos recientes, en las elecciones Primarias, Abiertas, Secretas y Obligatorias (PASO) de la Argentina, un extraño mecanismo en el que toda la población debe ir a las urnas para decidir qué candidatos internos de cada partido disputará la presidencia en elecciones generales, el precandidato más votado fue Javier Milei, un outsider que captó la atención de los votantes con un discurso en contra de los políticos e ideas “libertarias” que le valió el respaldo del 30% de los votantes

En Guatemala, tras un proceso marcado por un ensañamiento del poder judicial contra su nuevo partido político, “Semilla”, Bernardo Arévalo, con una campaña basada en la necesidad de terminar con la corrupción, se impuso en un balotaje por la primera magistratura sobre Sandra Torres, exprimera dama asociada con las élites conservadoras del país, obteniendo el por 58% de los votos contra el 37% de su competidora. Arévalo es definido como el candidato “anti-establecimiento”, aunque es el hijo de Juan José Arévalo, expresidente guatemalteco que debió exiliarse en Uruguay tras el golpe militar que, en 1954, derrocó al entonces presidente Jacobo Árbenz. Bernardo Arévalo nació durante ese exilio, por lo que es uruguayo de nacimiento.

En Ecuador, las elecciones presidenciales que siguen a un proceso en que el congreso decidió iniciar un juicio político contra el presidente Lasso y este respondió disolviendo al parlamento, un mecanismo constitucional comúnmente denominado “muerte cruzada”, dejan un final abierto que se definirá en una segunda vuelta entre la candidata del correísmo, Luisa González, quien obtuvo el 33% de apoyos, y Daniel Noboa, joven político de 35 años de edad que, al frente del Movimiento ADN, logró el 27% de los votos. Daniel Noboa es un empresario que impulsa un discurso basado en la seguridad, hijo de Álvaro Noboa que en varias ocasiones buscó sin éxito llegar a la presidencia de su país, y se presenta como una opción a los políticos tradicionales.

Los procesos en Argentina y Ecuador siguen su curso, y aún no tienen resultados definitorios. El de Guatemala ha concluido en lo formal, pero hay preocupación internacional por la negativa de Sandra Torres y sus seguidores a reconocer su derrota, y se temen posibles futuras acciones de la corte electoral en contra de Arévalo que podrían dejar al país en una delicada situación.

Las tres elecciones comparten la lógica del hastío de la ciudadanía, por lo que parece preciso preguntarse, ¿cuál será el lugar de una América Latina envuelta en un ciclo político de hastío frente a la Agenda 2030? ¿Cómo van a posicionarse sus nuevos liderazgos frente al multilateralismo como medio de responder a desafíos globales o al trabajo regional para crear oportunidades de progreso conjuntas? Los gobernantes que hoy asumen el poder serán quienes lideren a sus países cuando, en 2024, se reúna la Cumbre del Futuro de la ONU para repensar su trabajo y su lugar en el mundo.

Una sensación que mezcla euforia, miedo e incertidumbre por lo que vendrá acompaña a la de hartazgo por la política tradicional. Por ahora, sabemos poco más que eso sobre lo que será el futuro inmediato de la región.

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