La Cumbre de los ODS de 2023: Una oportunidad para construir un futuro diferente

septiembre 13, 2023
Javier Surasky
Director de investigación
j.surasky@cepei.org

Una cumbre hecha por todos

En un contexto muchas veces adverso, millones de personas siguen trabajando cada día por avanzar hacia el desarrollo sostenible, sin rendirse ante una realidad decepcionante de la que toman fuerzas para seguir exigiendo. Algunos lo hacen desde la diplomacia, otros desde el trabajo en terreno, y otros aun desde el desarrollo de nuevas ideas y soluciones reales a problemas concretos.

Los grandes cambios en la historia se han producido desde las bases, que han logrado convencer o forzar a sus líderes a andar por direcciones nuevas. Estamos frente a un momento que requiere de esos “cambios de época” y las complejidades del mundo que vivimos no hacen más que acentuar las voces que reclaman mayor ambición y valentía.

¿Qué voces hablarán en la declaración final de la Cumbre de los ODS de este 2023? Las que llaman a insistir en andar un rumbo que ya ha fracasado o aquellas que llaman a una esperanza informada. Hace ya mucho tiempo se ha dejado de utilizar una frase que deberíamos recuperar: “Hay otros mundos posibles, y están en este”. Dejarlos crecer es la principal expectativa de un futuro sostenible para todos.

Nuestro llamamiento hoy es, entonces, a no quitar la vista de lo que ocurrirá en Nueva York los días 18 y 19 de septiembre durante la cumbre. No todas las personas tienen obligación de ser protagonistas de lo que ocurra en ese escenario, pero nadie debería dejar de mirarlo pues allí se juegan parte de nuestras posibilidades de construir un futuro diferente. 

Promesas del pasado

En pocos días, el 18 y 19 de septiembre, líderes mundiales se reunirán en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York en la Cumbre de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). 

Esa reunión marcará el cierre del segundo ciclo de seguimiento y examen de la Agenda 2030, que establece que cada cuatro años el Foro Político de Alto Nivel se debe reunir, bajo el auspicio de la Asamblea General y a nivel de Jefes de Estado y de Gobierno. Esto con el fin de brindar orientación política, identificar progresos y problemas emergentes y movilizar nuevas medidas para acelerar la implementación.

La primera reunión de la Cumbre de los ODS tuvo lugar en 2019. Ya entonces se señalaba que para alcanzarlos era urgente dar pasos más ambiciosos y decididos mediante la puesta en marcha de una “Década de acción” (2020-2030). 

En palabras del entonces presidente de la Asamblea General de la ONU, Tijjani Muhammad-Bande, al inaugurar la Cumbre de los ODS de 2019, “una década para la acción y el logro de resultados es nuestra oportunidad de cumplir la promesa histórica de la Agenda 2030 y garantizar una acción colectiva y global bajo responsabilidad compartida. Debemos actuar: esforzarnos juntos y lograr resultados para todos”.

Esa reunión se cerró con una declaración política titulada “Avanzando hacia un decenio de acción y resultados en favor del desarrollo sostenible” (A/74/4) donde se definían, en términos generales, líneas y compromisos de acción.

Meses más tarde, la década de acción se reconvertía en un llamado a “reconstruir mejor”. La pandemia deshizo compromisos trabajosamente logrados y obligó a cambiar prioridades, reasignar recursos y repensar el valor del multilateralismo.

Deudas del presente

Llegado el momento de un nuevo cierre de ciclo de examen y monitoreo de la Agenda 2030, cuando alcanzamos la mitad del plazo para lograr los ODS, la realidad es diferente a la de 2019. Si entonces alcanzar los objetivos requería 10 años de acción decidida, hoy tenemos solo siete y hemos retrocedido. Como lo refleja el secretario general en una edición especial de su reporte anual sobre los ODS “más de la mitad del mundo está quedando atrás. Los avances para más del 50% de las metas de los ODS son endebles e insuficientes, y el 30% están estancados o han retrocedido”.

Las disputas por el poder global entre potencias, la invasión de Rusia a Ucrania, la pérdida de confianza en las instituciones internacionales y la atracción que generan discursos que proponen soluciones mágicas a problemas reales se suman a noticias falsas que distorsionan el valor de la Agenda 2030.

A pesar de reiterados llamados y propuestas, la financiación requerida para lograr los ODS no aparece, mientras los efectos del cambio climático se tornan más trágicos y costosos tanto en términos humanos como financieros. La economía mundial avanza entre turbulencias inflacionarias y amenazas de estancamiento. 

Las tecnologías que permitirían soluciones no se transfieren a quienes las necesitan, generando nuevas brechas. A pesar del discurso, varios países siguen optando por subsidiar combustibles fósiles. Como lo sugiere el secretario general, necesitamos un nuevo contrato social mundial, porque el que teníamos se ha roto.

En este marco, se ha puesto en marcha un esfuerzo por reconstruir el multilateralismo como motor de cambio cuyos hitos son la Declaración sobre la conmemoración del 75º aniversario de las Naciones Unidas, el informe “Nuestra Agenda Común” y la Cumbre del Futuro que se reunirá en 2024. Aquí, la Cumbre de los ODS se inserta entre la esperanza optimista y el desasosiego por el actual contexto mundial.

La dificultad que ha mostrado la negociación de una declaración política para ser adoptada por consenso al final de la Cumbre de los ODS, que se ha cerrado sin lograr un borrador aceptable para todas las partes, marca que el camino no será fácil.

Construcción del futuro

La Cumbre de los ODS estará marcada por elementos que acabamos de señalar. Justamente la mayor amenaza que pende sobre ella es la dificultad de un diálogo constructivo entre el G77 y los países desarrollados en materias sensibles, como financiamiento del desarrollo sostenible, acción climática, transferencias de tecnologías y el lugar de los derechos humanos en el desarrollo sostenible más allá de las formalidades.

El G77, que muestra mayor capacidad para bloquear propuestas que para construir consensos entre sus miembros, parece estar atando su contribución a la Cumbre de los ODS a la aceptación de sus reclamos frente a lo que será la Cumbre del Futuro, cuya preparación tampoco resulta fácil (tras meses de trabajo no se ha logrado acuerdo sobre un texto de resolución que decida su alcance y modalidades de trabajo).

Los países desarrollados no parecen dispuestos a ampliar su financiación del desarrollo en momentos de incertidumbre económica y con votantes atraídos por discursos nacionalistas, incluso de tinte xenófobo en algunos casos (una atracción que ya se deja ver también en países en desarrollo).

La ONU parece haber perdido parte de su poder de generar acuerdos y acercar a las partes en temas básicos como la paz, los derechos humanos y el desarrollo sostenible. Allí están Rusia y su invasión a Ucrania, los talibanes en Afganistán, el crecimiento del hambre como la exposición más abyecta de la pobreza y las inequidades crecientes.

Con la Cumbre de los ODS debe regresar la ambición, y el Foro Político de Alto Nivel debe recuperar su papel líder y guía del avance hacia los ODS, ahora bajo la forma de acciones y soluciones concretas que ya no pueden demorarse más.

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