COVID-19 | Apuntes para rediseñar el orden global: salud y bienestar (ODS 3)

junio 9, 2020

Javier Surasky
Cepei 
j.surasky@cepei.org

09 de junio de 2020


“Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades”. Esa es la formulación completa de este objetivo que, dada la crisis actual, expone las fallas que ha habido en la implementación de la Agenda 2030.

Que era difícil imaginar esta situación en 2015, cuando la Agenda fue adoptada, es una verdad a medias: en 2009 la Organización Mundial de la Salud había calificado de pandemia a la enfermedad de la gripe A H1N1 (conocida como gripe porcina), producida por un virus de la familia de los coronavirus, y apenas un año antes de la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se habían declarado como emergencias sanitarias internacionales en 2014 los brotes de poliomielitis (que se tenía por erradicada), en Medio Oriente, y de Ébola, en África occidental. Esto quiere decir que dos emergencias internacionales sanitarias fueron declaradas en los meses inmediatamente anteriores a que se iniciara el proceso intergubernamental de negociaciones que terminó con la adopción de la Agenda 2030.

También es cierto que no se avanzó hacia el logro de algunas metas del ODS 3 de acuerdo con lo comprometido, y que los datos disponibles son incompletos. Veamos algunos ejemplos:

🔸 El indicador 3.1.2 refiere a la proporción de partos atendidos por personal sanitario especializado. Desde 2015 solo hay una fuente de datos a nivel global (2016; 81%). El anterior es de 2010 (71%). Si medimos el nivel de progreso es aún insuficiente (fuente: Organización Mundial de la Salud).

🔸 Los indicadores 3.3.1 a 3.3.5 refieren a atención a enfermedades específicas: respecto del VIH, en 2018 la tasa de incidencia de VIH fue del 0,24 % de personas no infectadas, un cambio menor desde el 0,26 % de 2015. También en 2018 la tasa de incidencia de Tuberculosis cayó de 132 casos nuevos cada 100 mil habitantes desde los 141 de 2015. La incidencia de la malaria está estancada en torno al 57% desde 2015. El número de personas necesitando tratamiento contra enfermedades no transmisibles se redujo de 1,8 a 1,76 mil millones entre 2015 y 2018. Todos estos progresos nos ponen fuera de ruta para alcanzar la meta de erradicar estas enfermedades para 2030 (datos del Informe del Secretario General de las Naciones Unidas sobre el progreso hacia el logro de los ODS de 2020).

Parte del avance insuficiente se explica por razones que también ayudan a comprender las carencias mostradas para responder a las presiones introducidas en los sistemas de salud nacionales por la pandemia del COVID-19. Quien se acerca por primera vez a los ODS y observa sus metas se sorprende al ver que algunas de ellas están indicadas con números y otras de manera alfanumérica. Esta distinción se da porque hay metas “de logro” (las puramente numéricas) mientras otro conjunto apunta a metas a cumplir para poder lograr las primeras, convirtiéndose en “metas de avance” (las alfanuméricas). Si no se logra impulsar estas últimas, las metas de logro se tornan inalcanzables.

El ODS 3 (Salud y Bienestar) incluye nueve metas de logro y cuatro de avance, dentro de estas últimas hallamos referencias a apoyar la asequibilidad del acceso a medicamentos y vacunas; al aumento de la financiación de la salud y la contratación, el perfeccionamiento, la capacitación y la retención del personal sanitario en los países en desarrollo; y al refuerzo de la capacidad de todos los países en materia de alerta temprana, reducción de riesgos y gestión de los riesgos para la salud nacional y mundial.

Utilizando indicadores asociados a esas metas vemos que, a nivel global, la cobertura de vacunación de recién nacidos pasó del 85% en 2015 y 86% en 2018. La vacunación antisarampionosa, enfermedad altamente contagiosa, mostró en 2018 una cobertura del 69% de la población, insuficiente para prevenir brotes. Asimismo, entre el 33 y el 50% de la población disponía de servicios de cobertura básica de la salud y el porcentaje de familias que dedican más del 10% de sus ingresos a costear servicios de salud aumentó del 9,4 al 12,7% entre 2015 y 2018. “Si las tendencias actuales continúan, solo del 39% al 63% de la población mundial estará cubierta por servicios de salud esenciales para 2030”, afirma el informe del Secretario General de la ONU. Todo esto ocurre en el marco de un incremento de la ayuda oficial al desarrollo destinada a salud básica entre 2010 y 2018 de un 41% en términos reales.

Otros datos que nos permiten un mejor seguimiento, y que desagregamos a nivel regional, son la cantidad de médicos por cada 1000 habitantes, el número de camas de hospital por cada 1000 habitantes, el gasto en salud como porcentaje del PIB y el gasto familiar en atención privada de la salud como % del gasto en salud total.

Los resultados se repiten, ubicando siempre a la zona europea o a los países de la OCDE entre los mejores posicionados mientras África Subsahariana y el sur de Asia con los peores resultados, con diferencias marcadas entre unos y otros que superan en algunos casos al 100%.

Ante una amenaza global a la salud, el cuadro anterior muestra la imposibilidad fáctica de respuestas mundiales adecuadas por diferencias de recursos. Y la debilidad de un sistema integral siempre es la misma que la expresada por su parte más débil.

Al momento de construir estrategias y planes para la post-pandemia, tenemos lecciones que aprender en esta materia, que sería indispensable tener en cuenta para evitar los mismos errores y encontrarnos mejor preparados ante un próximo desafío común, y no solo en materia de salud.


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Se notificaron 48.923 casos adicionales y 1.913 muertes en las últimas 24 horas, lo que representa un aumento relativo del 1% en los casos y un aumento relativo del 1% en las muertes, en comparación con el día anterior.

Organización Panamericana de la Salud, 9 de junio de 2020

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