
Javier Surasky
Cepei
j.surasky@cepei.org
22 de mayo de 2020
En esta misma sección compartimos hace unas semanas una publicación en la que señalábamos la importancia de una aproximación integral a la Agenda 2030 en los procesos de superación de los impactos del COVID-19.
Sosteniendo esa posición, iniciamos ahora un recorrido por cada uno de los ODS con el fin de destacar algunas formas en las que están siendo o pueden ser afectados por la pandemia. Comenzamos por el primero de los objetivos: poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo.
La primera referencia es obvia: la interrupción de las actividades económicas resultado de las cuarentenas impuestas en casi todos los países de la región implica un enorme coste económico nacional. Pensar solo en términos de agregados económicos como el PIB nos impide ver elementos de desigualdad y vulnerabilidad que son críticos para pensar el verdadero impacto del COVID-19 sobre las personas, centro de la Agenda 2030.
La CEPAL identifica para la región cinco canales externos de transmisión de los impactos económicos mundiales de la pandemia: la disminución de la actividad económica de sus principales socios comerciales, la caída de los precios de los productos primarios, la interrupción de las cadenas globales de valor, la caída en la demanda de servicios de turismo, y la intensificación de la aversión al riesgo.
La suma de los efectos económicos internos dibuja un panorama en el que Argentina, México, Brasil y Ecuador verían caer sus PBI por encima de cinco puntos. Los tres primeros son, junto a Colombia, los países más poblados de la región. Los resultados, en consecuencia, afectarán aproximadamente a 387 millones de personas.
Dentro de este universo, las personas que se encontraban en situación de mayor pobreza, junto a los más vulnerables en términos de ingresos económicos, son los más afectados por la pérdida de ingresos monetarios, que resulta de las medidas de respuesta a la emergencia de salud.
Esta combinación entre pobreza y vulnerabilidad, en un marco de desigualdad y estancamiento económico inicial que registraban la mayor parte de los países de la región, lleva a la CEPAL a considerar un aumento de la pobreza por ingresos en la región para 2020 de 4,4%, lo que equivale a 28,7 millones de nuevos pobres, llevando el porcentaje agregado regional de personas en situación de pobreza por ingresos al 34.7%, es decir, a 214,7 millones de personas.
Si nos concentramos en la pobreza extrema o indigencia, esta se elevaría en un 2,6%, es decir, 15,9 millones de nuevos pobres extremos, lo que implicaría que para 2020 83,4 millones de personas estarían en la extrema pobreza.
Si nos movemos de la pobreza por ingresos a un concepto multidimensional de la misma, la situación se agrava al dar espacio a nuevas variables, cuya configuración varía para cada uno de los diferentes países de la región que realizan la medición multidimensional. La mirada multidimensional, es importante para ALC, puesto que el índice de Pobreza Multidimensional publicado por el PNUD y la Iniciativa sobre Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford en diciembre de 2019, muestra que más de dos tercios de las personas en situación de pobreza multidimensional, aproximadamente 886 millones de personas, viven en países de renta media, que son los que mayoritariamente encontramos en la región. Las personas en esta misma situación que habitan en países de renta baja son cerca de 440 millones, es decir, la mitad.
Tomando como ejemplo un conjunto de países latinoamericanos y caribeños que han realizado mediciones multidimensionales desde el año 2015 en adelante, hallamos la siguiente situación:

Fuente: Global Multidimensional Poverty Index, 2019
Bueno es recordar aquí que la meta 1.1 refiere a pobreza extrema por ingresos, mientras que la 1.2 refiere a pobreza multidimensional. La meta 1.5, en cambio, alude a fomentar la resiliencia de los pobres y de las personas que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad, y a reducir su exposición y vulnerabilidad a los fenómenos extremos relacionados con el clima y otras perturbaciones y desastres económicos, sociales y ambientales.
Los indicadores 1.5.1 y 1.5.2 para dar seguimiento a esta meta, toman como medidas el número de personas muertas, desaparecidas y afectadas directamente atribuido a desastres por cada 100.000 habitantes, y las pérdidas económicas directas atribuidas a los desastres en relación con el producto interno bruto mundial. Recordemos que a la fecha (15 de mayo de 2020), el número de personas fallecidas por COVID-19 supera los 310 mil y el de infectados los 4,5 millones, y según el Banco Asiático de Desarrollo el PIB mundial podría caer entre un 6,4 y un 9.7%.
En términos regionales, tomando nuevamente como referencia los cuatro países que tendrán las mayores caídas en sus PIB, Argentina presenta al día de hoy 363 muertos (7.479 casos confirmados); México 4.767 (45.032 casos); Brasil algo más de 15.000 (222.877) y Ecuador 2.688 (32.763), según el seguimiento que realiza la Universidad John Hopkins (datos al 16 de mayo, 5.30 PM EST time).
Lograr una recuperación que nos lleve nuevamente al camino hacia el logro del ODS 1, en el mediano plazo, requiere de acciones contundentes. Y la mejor forma de no agravar la situación será trabajando con la Agenda 2030 como guía, lo que implica evitar soluciones unilaterales, reunir esfuerzos de todos los actores disponibles, considerar las interdependencias entre las medidas a adoptarse y sus impactos cruzados sobre ámbitos diferentes y mantener al desarrollo sostenible, expresión de la conjunción de las variables económica, social y ambiental, como destino. De lo contrario, reincidiremos en soluciones parciales, necesariamente limitadas para afrontar un desafío global en su esencia y expresión.

Se reportaron 59,156 casos adicionales y 2,267 muertes en las últimas 24 horas, lo que representa un aumento relativo del 2% para casos y muertes respectivamente, en comparación con el día anterior.
Organización Panamericana de la Salud, 25 de mayo de 2020
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