Las mujeres hicieron posible el desarrollo sostenible

marzo 8, 2021

Por Javier Surasky
Cepei 
j.surasky@cepei.org

08 de marzo de 2021


La historia oficial del desarrollo también es patriarcal pero el aporte de las mujeres fue esencial desde su origen hasta hoy

La historia del desarrollo está plagada de silenciamientos. Son pocos los aportes reconocidos en la historia oficial provenientes de Asia, África o América. Y aquellos aportes que fueron incluidos en los grandes debates o bien confirmaban ideas occidentales preexistentes, o bien contaron con un apoyo abierto de personalidades europeas altamente reconocidas. El prólogo de Sartre que abrió las puertas de la intelectualidad europea a Los condenados de la Tierra de Franz Fanon, rechazado como tesis en la universidad de La Sorbona, es tal vez el mejor ejemplo.

Los pocos aportes que lograron pasar ese filtro inicial tenían algo en común: eran varones. Raúl Prebisch (argentino), Hla Mynt (Birmania, hoy Myanmar), Adebayo Adedji (Nigeria) son tres representantes de una extensa lista de hombres.

Fueron, sin embargo, mujeres, silenciadas por décadas, pero cada vez más visibles a causa de su lucha, quienes hicieron algunos de los aportes más relevantes para el desarrollo tal como lo comprendemos hoy. Las mujeres hicieron posible el desarrollo sostenible. 

Partamos por el momento de la creación de las Naciones Unidas, hace 75 años. La Carta de la ONU fue adoptada en la Conferencia de San Francisco de 1945 que fue, básicamente, una reunión de varones.

Fuente: elaboración propia con base en UN Women, UNF y el Centre for International Studies and Diplomacy de la Universidad de Londres, 2021
Fuente: elaboración propia con base en UN Women, UNF y el Centre for International Studies and Diplomacy de la Universidad de Londres, 2021

No obstante, la Carta de la ONU incluyó la igualdad de derechos entre hombres y mujeres de manera expresa tanto en su preámbulo como respecto del acceso a funciones en sus órganos principales (artículo 8 de la Carta de las Naciones Unidas). Ese logro tuvo a dos mujeres latinoamericanas como sus defensoras: Bertha Lutz y Minerva Bernardino, de las delegaciones de Brasil y República Dominicana, respectivamente. También hubo mujeres en las delegaciones de otros países de Latinoamérica y el Caribe como Uruguay, México, Venezuela. Y no es una cuestión de varones y mujeres, sino de posiciones políticas frente a la equidad: en sus Memorias, Lutz recuerda que las delegadas mujeres de los Estados Unidos y el Reino Unido le pidieron “no solicitar nada para las mujeres en la Carta porque eso sería muy vulgar”. Lutz, claro, no les hizo caso.

Dando un salto en el tiempo, en las primeras discusiones sobre el desarrollo, los aportes de Irma Adelman, nacida en Ucrania desde donde emigró hacia Israel y luego hacia los Estados Unidos, una de las pioneras en reconocer que el análisis económico no era suficiente para comprender el subdesarrollo, que debía abordarse como un problema holístico y, por lo tanto, de manera interdisciplinar. Su aproximación al estudio del desarrollo puede verse en uno de sus primeros trabajos: “On an Index of Quality Change,” publicado en el Journal of the American Statistical Association en 1961.

Separadas en tiempo y espacio otras dos mujeres desempeñaron roles relevantes en materia de promoción de la idea del desarrollo sostenible sobre la cual se basa hoy la Agenda 2030:

  • Gro Harlem Brundtland, que además de ser tres veces Primera Ministra de Noruega, Directora General de la Organización Mundial de la Salud y Enviada Especial para el Cambio Climático del Secretario General de la Naciones Unidas, también encabezó la Comisión de Expertos que publicó, en 1987, el informe Nuestro Futuro Común de las Naciones Unidas, donde se establece el concepto de “desarrollo sostenible” como aquel que “satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”.
  • Paula Caballero, quien desde Colombia fue la primera persona en presentar, en el camino preparatorio hacia la Cumbre sobre Desarrollo Sostenible de 2012 (Rio+20) la idea de crear unos “Objetivos de Desarrollo Sostenible”, capaces de actuar como vasos comunicantes entre la promoción del desarrollo y la protección ambiental. Su aporte, apoyado desde la Cancillería colombiana, fue adoptado en la mencionada conferencia constituyendo uno de los puntos de partida para las negociaciones de la entonces llamada “Agenda Post-2015”.

Junto a esas mujeres, el progreso institucional reflejado en la adopción de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y su protocolo, el establecimiento de UN Women, y el avance teórico de la mano de las teorías feministas de las relaciones internacionales, los enfoques de género en los debates sobre desarrollo tuvieron detrás de sí a mujeres como protagonistas. A ellas podría sumarse hoy la capacidad demostrada por mujeres como Jacinda Ardern, Primera Ministra de Nueva Zelanda, o Sanna Marin, Primera Ministra de Finlandia, frente a la pandemia por la COVID-19.

Hoy las cinco comisiones regionales de las Naciones Unidas están encabezadas por mujeres. El llamado a transversalizar la equidad de género en las políticas públicas crece y el patriarcado global se resquebraja lenta pero inexorablemente. Esperamos que pronto una mujer llegue a ser Secretaria General de las Naciones Unidas, una deuda que mantiene la organización con la equidad de género y con aquellas mujeres que, como las mencionadas, contribuyeron y contribuyen con el logro de sus propósitos, resumidos en la idea de un mundo más justo y pacífico para todas y todos.

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